La demencia puede definirse como un síndrome adquirido, de naturaleza orgánica, caracterizado por un deterioro permanente de la memoria y de otras funciones intelectuales, frecuentemente acompañado de otras manifestaciones psicopatológicas y del comportamiento, que ocurre sin alteración del nivel de la conciencia, afectando al funcionamiento social y/o laboral del sujeto afectado. La demencia es un síndrome clínico de etiología múltiple, por lo general de curso crónico, pero no necesariamente irreversible ni progresivo. La prevalencia de demencia bien establecida en individuos de edad superior a los 65 años es del 8%, pero la cifra puede doblarse si incluimos a los sujetos con formas leves de demencia o con deterioro cognoscitivo superior al esperado para su edad y nivel educativo. La tasa de conversión de pacientes con demencia leve o deterioro cognoscitivo significativo a casos confirmados de demencia se sitúa en el 10%-12% anual.
Los síntomas psicológicos y conductuales de la demencia se presentan en la mayor parte de los pacientes con demencia, al inicio o durante el curso de la enfermedad; empeoran el pronóstico del paciente, dificultan su cuidado y son uno de los motivos más frecuentes de pérdida de calidad de vida, sobrecarga de la familia e institucionalización del paciente. Un manejo no farmacológico adecuado que incluya información, educación y apoyo a los cuidadores, modificando el entorno y evitando los desencadenantes de los SPCD, es siempre necesario y muchas veces suficiente para controlar o reducir los síntomas. También es importante informar sobre recursos sociales y asociaciones de familiares, que pueden apoyar en el cuidado o asesorar en temas legales y ayudas económicas, aliviando la carga de la familia. No obstante, en ocasiones se necesita utilizar fármacos, bien de forma ocasional para situaciones agudas (agitación, agresividad), bien de forma más mantenida (ideas delirantes, depresión grave).) se presentan en la mayor parte de los pacientes con demencia, al inicio o durante el curso de la enfermedad; empeoran el pronóstico del paciente, dificultan su cuidado y son uno de los motivos más frecuentes de pérdida de calidad de vida, sobrecarga de la familia e institucionalización del paciente.
Los cannabinoides demostraron ser bien tolerados, con pocos efectos secundarios a corto plazo. Esto difiere de los medicamentos de primera línea utilizados para las conductas de demencia, que pueden tener efectos secundarios no deseados.